LA VOZ y la opinión


Periodismos Judeo Argentino Independinte
S E D E R E N L A C A L L E M I L A
Hoy es el 14º día del primer mes según el calendario hebreo, me lo han recordado aunque para mí carece de importancia dado el momento que vivo. Se que es el mes de abril de 1943, sé que estoy en una casa de altos de la calle Mila y sé que me quedan pocos días de vida en esta enferma Varsovia de hoy.
Tengo por único soporte a mi viejo Mauser 1909 y pocas balas para usar, algunas botellas con nafta y mecha de trapo constituyen mis hermosos cócteles con los que agraciaré a quienes me vengan a buscar. Después de eso, sólo D”s sabe, si es que sabe algo o le importa de nosotros.
La insurrección dividió las aguas entre los judíos, por un lado los que rehusaron combatir pues consideraron que eso exacerbaría a las bestias nazis. Por el otro nosotros, los que creemos que podemos ser siervos de D”s, pero nunca de otros hombres y por ello resistimos como podemos y a costa de lo único que aún poseemos: nuestras vidas.
Suena afuera la metralla, las casas arden por doquier y cada tanto se oyen ráfagas de ametralladoras que abaten a los resistentes.
Esa es la clemencia que nos espera y es por eso que seguiremos combatiendo, ya los he visto a ellos, a los superhombres, correr como ratas cuando empezamos la resistencia.
Lástima que no la iniciamos antes cuando aún éramos muchos y nuestras fuerzas no estaban minadas por el hambre, la angustia y el frío.
A partir del llamado de Jabotinsky, fuímos muchos los que decidimos pelear sin diferencia de clase, sexo o edad. Sin ir más lejos, un niño pequeño golpeó a nuestra entrada, su aspecto era lastimero, la ropa le iba enorme o no le pertenecía. Sobresalían dos piernitas flacas de sus anchos pantalones cortos; no sé como hizo para escapar de una Kinderaction, pero llegó hasta nosotros con un solo deseo ¡resistir!..
Fischel (pescado), así lo llaman, empezó a armar las botellas con nafta, no sé qué pensamientos pasan por su mente. Puede que crea que esto es un juego y que luego volverán papá, mamá y los demás para volver a una vida normal.
No quiero desilusionarlo ¿para qué? ¿qué ganaría adelantándole nuestro futuro en las cloacas de la ciudad o en las manos de nuestros perseguidores?
Está cayendo la noche, en la pieza contigua hay cuatro “frime idn” (judíos observantes) que han encendido una vela y preparado un magro “seder”. No comprendo su obstinación, me han llamado y rehusé acercarme a ellos, no merecen mi respeto ni mi consideración.
Entre los ruidos externos de los disparos, alcanzo a distinguir los cánticos de los cuatro viejos, son melodías conocidas de mi niñez.
Me retrotraen a un mundo que ya no existe, me brotan lágrimas por los recuerdos, pero no quiero compadecerme de mis hermanos, ni de mí, ni de mi suerte. Aferro el arma y miro hacia la calle tratando de abstenerme del “seder” de los viejos, no es el mío.
Al rato, uno de los ancianos viene a buscar a Fischel, le piden que vaya pues necesitan un muchacho para que enuncie las 4 preguntas.
El niño me mira como pidiéndome autorización con sus ojitos, le digo que vaya, pensando que así comerá algo, más que en la utilidad de su presencia. Después escuchó la voz infantil cantando Por qué es diferente esta noche.......?
Quiero contestarle y gritar que es diferente porque volvemos a ser esclavos de otros hombres, porque el brazo extendido del D”s de Israel no llega a la calle Mila para salvarnos de nuestros opresores. Porque el cuello que se doblega por la opresión es el nosotros bajo nuestros enemigos.
Pero no articulo palabra, dejo que fluyan los recuerdos y me acuno con la melodía de su cántico, mientras miro la calle llena de escombros y cadáveres que ya nadie recoge.
Vuelve Fischel, me cuenta que tomó vino y comió matzáh, me trae un pequeño trozo que llevo a mi boca y realmente siento que es el pan de la amargura.
El niño me relata que hay una copa llena para el profeta Elías, que es quien antecederá al Mesías.
Recuerdo la leyenda que cuenta que Elías estará entre los mendigos del Templo y cuando nos acerquemos para preguntarle ¿a quien esperas, profeta? nos responderá: A ti te estaba esperando. Se lo relato al pequeño y él me pregunta cuando será eso, le respondo que lo ignoro y me dice que lo va a esperar, con ese candor que sólo los niños pueden tener.
Los cuatro viejos siguen con sus cánticos, se toman por los hombros y cantan “Eliahu Hanabí, Eliahu Hatishbi......”, Fischel me agarra del brazo y me arrastra con ellos, no quiero hacerlo pero insiste y accedo.
Me tomo con los ancianos, muevo con ellos mi cuerpo al compás de la tonada, lloro y pienso “realmente estos son mis hermanos, no podría ser hermano de los asesinos de la calle. Puede que no comparta su actitud en busca de D”s, pero por favor ¡Oh D”s! si es cierto que nos ves, contempla y valora a estos hombres y a este vino que reverencian tu nombre hasta lo imposible sin pedirte nada a cambio. ¡Míralos!, aunque sea a ellos, no a mí que solo soy un combatiente por mi dignidad, y aunque no te rechazo, ni siquiera me acuerdo de tu existencia, pero a ellos ¡obsérvalos! recoge sus lágrimas y dales la oportunidad de seguir santificando tu nombre!
Vuelvo a mi puesto en la ventana, con el amanecer llegaron los tanques, son muy amenazadores, a mi lado Fischel duerme con un gesto distendido.
Cuando veo a los nazis alrededor de uno de esos tanques, apunto y disparo, uno de ellos cae en la acera . Los otros se guarecen tras el tanque que enfila su cañón hacia mi ventana, me dirijo a toda velocidad hacia el interior pero es demasiado tarde.
A la explosión sigue un derrumbe de techo y paredes, vuelvo al interior en medio del polvo que casi me impide respirar y ver, trato de buscar a los cuatro ancianos, están sepultados por los escombros durmiendo el sueño de los justos. Recuerdo a Fischel, lo busco a tientas y por fin lo encuentro. Está con los ojitos abiertos, una pesada viga le comprime la pancita, quiero liberarlo pero pese a mi esfuerzo me es imposible. Me mira con sus ojitos buenos y quiero consolarlo pero no me salen las palabras. Me pregunta si ahora verá al profeta Elías y le digo que no, que va a salir, que va a crecer, ser grande y fuerte como yo.
Me agarra con sus manitos y me pide que entonemos juntos una melodía que ayer cantara con los viejitos. No puedo contener mis lágrimas pero lo acompaño cantando “Hineh ma tov ve ma naim, shebet ajim gam iajad” (qué bueno que todos los hermanos estemos juntos).
Una y otra vez repito la canción y su vocecita me acompaña hasta que comienza a apagarse, cierro sus ojos claros, tapo su pequeño cuerpecito y con su vocecita suave aún resonando en mis oídos, bajo a las cloacas llorando.
Fischel, nunca te olvidaré, una vez leí que tu querido profeta Elías dijo: “Oí al viento fragoroso rugir entre las peñas y atronaba el espacio, más El no estaba en el viento, luego las aguas desencadenaron su torrente por doquier y sonaban las cataratas, más El no estaba en el agua, después terribles terremotos hicieron temblar las montañas, pero El no estaba en el terremoto, por fin una suave y tenue voz se hizo oír, apenas audible y El estaba en la vocecita suave (*).
Estoy seguro de que cuando llegue será como la tuya que hoy, tanto tiempo después, aún resuena en mi cerebro y cuando en cada Pesaj, cantamos la canción del chivito (Jad Gadia), cuya muerte conduce a la derrota de la muerte misma, recuerdo tu carita cantándolo.
Hoy creo que en el plan divino, cada cosa tiene su significado y su proyecto de vida, la de triunfar sobre la muerte. Quizás por eso se apuró a llevarte junto al profeta Elías, para que cuando yo llegue a ustedes, no solo el profeta dirá que me espera, sino que tú a su lado, me tomarás nuevamente del brazo y cantarás conmigo Hinei ma tov ve ma naim, shebet ajim gam iajad.


(*) Reyes 19- 11,12,13.


Mar-Abril de 2007. Nisan Iyar 5767
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